martes, 27 de marzo de 2012

TEXTOS, MALOS, SI, Que importa ya

LO EXPOSITIVO
Hoy tiene lugar una exposicion, no se de quien o quienes, gente que hace cosas, que se da besos y solo expresa en el mas comun de los casos "che, te felicito, muy bueno", con la distancia correcta, como para no profundizar demasiado, como con un entendimiento encriptado de lo que se refiere. El felicitado le responde con un vacio e incomodidad que se respira de aca a la China, "bueno, muchas gracias, che", quizas se muere de ganas de indagar en el supuesto gusto del otro, pero el, de aqui en adelante "sujeto expositivo", no se atreve al encuentro de un idiota, categoria que comprende a los dos en cuestion, el sujeto expositivo generalmente es un idiota o se comporta como tal, como el que suscribe. Es ese lugar asignado que tiene en la sociedad, el de rareza, vida distinta, casi un payaso entretenedor para una serie de personajes aburridos, de abultadas billeteras. Creo que, tanto el idota asistente como el sujeto expositivo hacen un contrato virtual, donde cada uno espera su pedazo de torta social. Aqui los dejo, me voy a una exposicion a asumir los dos papeles que me corresponden, eso si, mi billetera carece de volumen,chau.
Nota: este texto se halla plagado de generalidades y lugares comunes, una muestra carente de analisis y profundidad, como nuestros dos personajes en su contexto comunicativo. Lo bueno es si sirven un vino caro, ahi todo tiene sentido.

BAÑOS
Todos los baños son iguales. Solo si la compulsion lo permite, mas si es clara.

CONSCRIPCIONISMO
Era vísperas de navidad, esa gran excusa para reencontrarse con el nucleo de desconocidos que pulularon por mucho tiempo a nuestro alrededor. Aquella festividad era distinta, el niño J. estaba cumpliendo los últimos días de su conscripción en el ejército, la ridícula institución nacional pregonadora de valores epistemológicamente incongruentes. Para J. esta navidad, como dijimos, era distinta; no solo por encontrarse cumpliendo con el obligatorio mandato constitucional, si no porque J realmente creía en esta religiosidad de nueces y pan dulce, y, sobre todo, adheria a los beneficios que supuestamente le convertirian en un ciudadano de valores hechos y derechos. Todo esto sumado a que su familia era un núcleo de lo más estrecho: su madre, La Madre. transcurria el 24 de diciembre y nuestro niño cívico, cumplía con su guardia nocturna en la garita de la entrada secundaria del regimiento. A medida que transitaban inmoviles las horas, una penetrante angustia asediaba sus pensamientos, mas una sospecha fría le helaba la espalda. El sentido cristiano del rito de la natividad colisionaba con la obligatoriedad combinada con aquellos valores cívicos, devotos y familiares de la gran institución armada. Una dicotomía insoportable para una estructura psíquica endeble, forjada a la sombra de tantos discursos morales, sociales, religiosos. El fusil le pesaba y la atención que requería una guardia navideña se empantanaba con su sudor, sus pensamientos, contingencias y contradicciones ajenas a su formación. No estaba preparado. Por fin se abstraia para conformar una decisión, embaucandose en timonear su cuerpo, no así su mente. Cuando esta lo tomo todo, apoyo el fusil sobre la pared contraria a la puerta de la garita, saco el cargador, lo guardo en su bolsillo y corrió. Su rumbo era claro como nunca, su casa, su madre, su familia, la navidad. Corrió a toda velocidad sabiendo que estaba rompiendo las acartonadas razones que marcaron todo su ser, toda su vida. La velocidad y la claridad de su objetivo no le permitían indagar en la incongruencia de tal acto, que en otro momento, lo atormentaría hasta la parálisis. J. corrió casi toda la noche, al fin llego a su casa. Las luces tintineantes no permitieron visualizar movimiento alguno dentro del inmueble. La puerta estaba entreabierta. Su uniforme caqui le resultaba una piel insoportable. La puerta entreabierta. No había nadie en casa, todo estaba como aquella vez en que un sorteo lo destinaba a cumplir un ridículo mandato institucional. No se atrevió a ingresar, mucho menos a recorrer el interior de la casa. No. Solo permanecio inmovilizado en el porche de la vivienda sin aventurarse a nada. –otra vez, pero ahora aquí, en el portico de otra institución, la familiar. Nuevamente una sensación de incumplimiento le lubricaba el espinazo. Giro sobre sus pies y corrió como nunca, como siempre. Nuevamente, debía volver a su guardia, a su garita, a su fusil, a su deber, a su navidad institucional.

LLUVIA DE TARDE
Llovia, una tarde, tan fuerte llovia que en la vereda distingui sendos juncos, mas un bote perdido que naufragaba. Mas que perdido, rechazado... me seque los pies con la toalla de mano. me acoste temprano, tenia mucho trabajo por la mañana.

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